domingo, 13 de enero de 2008

"Rosa nera sussurrante piange sangue d'innocenza, dall'abisso lei ritorna per urlare la sentenza"
Styx


-Y vi entonces a la princesa de fuego.
Una dura mujer de cabellos rojos y entrelazados que caían por su talle maduro.
Se erguía su figura altanera en los escaños más altos del precipicio favorito del Monte Arreat.
La tundra helada se hacía amena con la presencia de los Fueguinos, esos lobos esculpidos con púas marfileñas en el espinazo.
La Señora de los Lobos conoce el lenguaje arcano, y el abrupto ceño contraído la vuelve aún más encantadora.
Ni una escuálida lágrima, ni siquiera los labios apabullados.
Nada.
La displicencia de su rostro ha sido encajada desde tiempos imperecederos.
Quisiera saber qué es lo que la hace tan invulnerable.
Ella lleva la sangre del tercer Dragu, y sin embargo, no parece uno de ellos.
¿Qué le ha convertido el corazón en piedra diamantina?
¿Qué la hace corromper hasta lo más inmaculado?
¿Es un demonio sanguinario o un arcángel sagrado del reino de los cielos?
-Y vi a la Princesa de fuego. Más viva que nunca.
El dolor la hace vivir.


-Y vi a la Hechicera de Cantabria.
Las Anjanas recorrían el claro de la Amapolas, mientras preparaban la hoguera para verter la sangre de los iniciados.
Ella tiene el cabello rojo y ensortijado, y recubre su desnudez hasta la cintura.
Camina descalza dentro del Bosque Oscuro, entonando corales hieráticos, reviviendo a los caídos, sanando a los innombrables.
Una suave tela blanca deja entrever su pálida carne.
Sus ojos negros refulgentes como el odio alumbran el camino de los pecadores, pero ella tiene la pureza de las vestales arcanas.
La dama de fuego oculta muy bien la malignidad del número tres, y controla a la perfección las obscenidades inherentes en su sangre.
¿Qué espera esta despiadada Ojáncana para tronar la vehemencia del Draco de Fuego?
¿Por qué se impone un sello a la destrucción?
-Y vi a la Hechicera de Cantabria.
Sus manos no empuñan las armas, pero el pecado es su devoción.
Ella adora seducir hacia la corrupción.


-Y vi a la Reina del Infierno.
El cabello oscuro y el sol en los ojos.
Es una arpía de bajas pasiones.
En el Palacio de Marfil, silenciosa e inexpresiva, la Soberana de Lycanthia se muerde los labios con rencor ensangrentado. Pero en la noche, los demonios bailan con ella.
Es poderosa la arpía de ojos dorados. Irascible criatura de forma femenina.
Un misterio insondable recorre su inmortalidad, pero la Luna Roja conoce sus secretos.
¿Qué esconde la implacable Señora del Odio?
¿Qué es lo que ama esta criatura pagana?
¿Acaso ama?
-Con el fuego del Draco en las manos, la vi destruyendo vidas inocentes, la vi concretando su obra maestra.
-Y vi a la Reina del Infierno, su furia desmesurada se esparce como las lágrimas de una madre en luto. El odio la hace brillar.


-Y vi a la Odalisca Flamígera.
La lujuria resplandece como luz de luna en sus cabellos brunos.
Ópalos en las pupilas de la Ramera Estigia.
Ella baila en el desierto, baila para todo aquel que quiera verla bailar.
Sus caderas apaciguan la ira de todos los dioses inmortales.
Ella domina la Naturaleza Absoluta del tercer Draco de Fuego.
Ella lleva el sello del Dragón en su sangre.
Perversión y Lascivia es el don de su lengua, y la magia la guarda para el Ragnarök.
Hombres, mujeres, niños y dioses la visitan en su palacio de desenfreno, y la sonrisa embriagadora de la Diosa de la Serpiente es el veneno más deseado.
¿Qué buscará entre ellos?
¿Qué gatilla su ímpetu obsceno?
Ella es la más odiada entre sus hermanas, porque es la cómplice genuina del Gran Señor de las Bestias.
-Y vi a la Odalisca del Desierto.
Su grandeza es inimaginable, y la vanidad es, definitivamente, su pecado favorito.



Y vi a la gran Madre de Styx, Regente de los Condenados.
Sus ojos no poseen el margen blanquecino y húmedo de los humanos, se oscurecieron completamente cual eclipse de sol en tierras eternas.
El cabello cubre sus entrañas de cera, y flota rojo oscuro, con residuos de sal de los mares primitivos.
Ella duerme ensoñaciones antiguas.
Un resumen de libertinajes pasados y las traiciones más aberrantes rodean su corazón amortajado con hielo y acero.
Dividida su estancia sempiterna entre el anhelo de un rojo quimérico traicionero, y un azul triste vivificante.
La Señora Clandestina, la Madre de los Caídos, ella acaricia las púas ensangrentadas que sostienen los cadáveres de los fieles que mueren en su nombre, y saborea las sangres frescas de sus amantes moribundos.
Y vi a la Regente de los Condenados.
Ella vendrá por todos los que la blasfemaron, ella iniciará el Fin de los Tiempos.

No hay comentarios: