martes, 15 de abril de 2008

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-“Bien, he cumplido. Hice todo lo que me pediste, voluntaria e involuntariamente. ¿Sabes?, a veces te odio con la misma fuerza del Tres, pero supongo que las cosas caen por su propio peso…Sé que te duele tanto como a mí…por ahora, con eso me basta”

-“No seáis insidiosa, mujer. Debéis confiar en mí y creer que todo es por una buena causa. Además, no es una despedida eterna, ahora prima la regencia del Tres; pronto entenderéis mis encomiendas”

-“Bien, ¿y ahora qué?... ¿tengo que salir del país? ¡ah, no!, cierto… tengo que morirme primero, luego, transmutada, poner una bomba en la Iglesia de San Antonio (aunque eso si quieres lo puedo hacer gratis), y después iniciar el Ragnarök, ¿verdad?”

-“¡Ya Basta!...No estáis en posición de exigir explicaciones, sólo os diré una cosa más, poned atención”



Alguien sigue ahí, esperando;
no es el uno ni el tercero.
El dementor de humanidades,
vagabundo pordiosero,
a tu haber se está arrimando,
cantarino majadero.
Cuidador de obscenidades,
sarraceno convocando
un despliegue venidero;
y celebrando liviandades,
bacanales provocando
el malagueño caballero.
Y el que sigue ahí esperando,
ni un minuto descansando,
No es el tres ni es el primero.


-“Ok, sí, muy claro tu speech”

-“No os diré más, porque aunque os lo dibuje en piedra caliza no lo entenderíais; sois ciega hasta con esos monóculos en par que usáis vagamente”

-“Ciega pero no estúpida, Anja…sé a lo que te refieres, y no quiero saber más de ello”



Anna Pastora y Anja de Styx, febrero, 2008.

Farewell


Enero , 2008.


Dime, tú que vives en las nubes y mantienes la cabeza tan sensata como la Orden de los Horadrim… ¿cómo iba a saberlo?, ¿cómo podría descifrar una intriga tan astutamente planeada por aquella diosa babilónica de cabellos de sangre y ojos de noche?
Ahora que la veleta dorada dejó de girar, ahora que los crisantemos ya no lloran gotas de rocío, sola, vagabunda de cabellos cenizas…ya es demasiado tarde.

Te vi venir, sí, te vi , radiante de plata y zafiros vespertinos. Y en un segundo el universo despareció ante mis ojos de vetusta hija de cobre. Olvidé hasta mi nombre para pronunciar el tuyo, y corrí como una niña perdida, infantil despiadada con sangre traicionera en la comisura de mis labios.
Pero, ¿qué diablos hacías en mi casa?...tus pasos estaban vetados en mi comarca, arderías como una pira funeraria pecadora si ponías tan sólo un vaho de neblina espeluznante en mi ventana. ¿Qué ella te dejó?, ¡vamos!, el retorno de su intrínseco “¿y qué me dais a cambio?” es el estandarte imperecedero de sus ojos. Dime, ¿Cómo lograste traspasar el sello?...está bien, no me cuentes nada, luego lo adivinaré.
Te extrañé, más de lo que extrañaba a los Atreides mismos. ¿Eh?, ¿Por qué languidecen tus ojos de primavera perpetua? ¡Una lágrima!... ¡no!, no quiero verte llorar, me harás llorar a mí también. Sé que han sido meses difíciles, sé que tu hermano ha sido una espina en nuestros corazones, pero yo estoy atada con hilos de fuego a ti, sólo a ti. ¡Ven acá!, necesito tu abrazo.
Sí, ya están listas las velas, como solías pedirlo. Sí, también hice limpieza residual, sin matices de Luna Roja ni Demonio Lascivo…¿Eh? ¿Qué cómo sabía que vendrías?...yo siempre te espero.
Estás hermoso, tu cabello ha crecido, pero no pierde el brillo de mi ceniza preferida. Tienes un corte en la mejilla, traeré aceite de mosqueta…¡hey!, no te dolerá, lo prometo.
¿Lo notaste?, me corté el cabello hace una semana, ¿en serio crees que me queda bien?, pensé que me odiarías por eso.
¡No!, no quiero hablar de eso. No preguntes por la Anaconda, ella es feliz durmiendo en “paz”…sí, ya sé que sus sueños se materializan a través de mis actos, pero eso debes aceptarlo, es mi destino. No, el Malagueño anda de viaje y este lugar es sagrado, no le pertenece.
¿Has visto a Lu?, ¿Tienes noticias de él?, ¿Está bien?...lo siento, demasiadas preguntas al mismo tiempo. Pero rápido, cuéntame, la noche es ponzoñosa y pasa ligera y caprichosa en aires de mar. Ah, ya veo, está en expedición secreta, pero está bien… ¿debes ir con él?...pero ¡ya no sabré de ti!, no importa, buscaré la manera de encontrarte.
Vamos, ya está todo listo. Blanco y Azul, sé que te gusta la nueva decoración. No, no me importa, el rojo ya lo llevo en la sangre.
¿Quieres que lea eso? ¿Ahora?...No me gusta tu timbre de voz, suenas como una despedida; pero haré lo que me pides.

“…No esperes de mi lo que esperas de ella…
Tenemos las mismas estelas granate,
soñamos caminos en lúcido empate…
pero ella es eterna y yo efímera estrella…”


Ya probé esto, está ácido, pero sabe bien. Uhm, parece que tiene esencia de canela. Me agrada la canela. Oye, ya casi amanece, no quiero que te vayas, ven, una vez más, déjame acariciar tus cabellos de ceniza platel. ¿Por qué enciendes una vela roja?, no es necesario, ¿estás invocando a la Señora de Tres?, ¿Para qué?, ella no me ha dicho nada. ¡Espera!, ¡qué haces!...¡Estás llorando otra vez!....¡qué sucede!...!Espera!

En la mañana ya no estabas. El cerrojo de la ventana estaba intacto y no había señales de portal en mi habitación, porque el espejo lo rompió el Malagueño hace tres meses atrás. No sé por qué recién ahora siento el vacío, supongo que el efecto del vino de amapolas se acabó. Tengo frío, y mi sangre ha comenzado a bajar.



Marcela Paz y Anna Pastora, 4 de enero, 2008

...y lluvia de cuadrántidas en el cielo, lágrimas flamígeras de las Anjanas Arcanas.

Krieger

So be it.

Ya no será lo mismo. Bueno, conmigo nada es lo mismo.
Recuerdo la primera vez que te vi, tenías… ¿15 años?, eras un jovencito adorable, altanero y bastante decidido. Me preguntaste si podías estar en la clase del 2º año medio, porque ya manejabas algo del inglés intermedio y por ello te aburrías en el salón de 1º año. Sí, eras bastante decidido. Respondí que si querías podías hablar en la oficina de Dirección, porque necesitarías un permiso especial para lo que me pedías. Abriste los ojos, hermoso ojos verde pardo, aliviado de escuchar una amable respuesta; después de todo, no en vano los estudiantes elaboran nicknames para sus profesores; y convengamos en que el mío era bastante aterrador.
Ese semestre no abandonaste ni una sola de mis clases. Adorabas pavonear tus conocimientos delante de los demás, por eso te detestaban; en realidad detestaban tu delicada figura de niño nacido en cuna de oro, odiaban tus movimiento felinos y tu voz tan acaramelada y empalagosa. La envidia es omnipresente.
3º y 4º año pasaron irremediablemente raudos. Con el tiempo fui apreciando cada uno de tus cambios, evidentes desde la percepción de tu fisonomía hasta la conmovedora torpeza de tus movimientos.
Decías que odiabas mis clases sólo para fastidiarme, pero sé perfectamente que esperabas ansioso cada día martes y viernes.
Fui malvada contigo, miles de veces. Me gustaba hacerte enojar hasta las lágrimas, debes entender que era parte del entrenamiento.
Un día te acercaste, tímido. Ya no eras tan decidido como antes, pero eso siempre pasa cuando nos hacemos vulnerables con aquellas personas que nos interesan. Te lo dije una vez, “no establezcas vínculos personales que luego no sabrás cómo manejar”; pero ¿alguna vez has prestado atención a mis consejos? Ese día me preguntaste si te acompañaría a la capital a unos asuntos musicales. ¡Vaya que eres astuto!...conoces mis debilidades.
Desde entonces me he convertido en tu confidente, una madre-hermana que no dejas de mirar con ojos incestuosos, pero has sabido controlarte a cabalidad.
Ahora ya eres todo un hombre. Sigues siendo torpe, claro…pero sólo por un tiempo más.
En fin, mi querido Krieger, es hora de despedirnos… ¿sabes?...tal vez, en la próxima.

Marcela Paz