martes, 15 de abril de 2008

Krieger

So be it.

Ya no será lo mismo. Bueno, conmigo nada es lo mismo.
Recuerdo la primera vez que te vi, tenías… ¿15 años?, eras un jovencito adorable, altanero y bastante decidido. Me preguntaste si podías estar en la clase del 2º año medio, porque ya manejabas algo del inglés intermedio y por ello te aburrías en el salón de 1º año. Sí, eras bastante decidido. Respondí que si querías podías hablar en la oficina de Dirección, porque necesitarías un permiso especial para lo que me pedías. Abriste los ojos, hermoso ojos verde pardo, aliviado de escuchar una amable respuesta; después de todo, no en vano los estudiantes elaboran nicknames para sus profesores; y convengamos en que el mío era bastante aterrador.
Ese semestre no abandonaste ni una sola de mis clases. Adorabas pavonear tus conocimientos delante de los demás, por eso te detestaban; en realidad detestaban tu delicada figura de niño nacido en cuna de oro, odiaban tus movimiento felinos y tu voz tan acaramelada y empalagosa. La envidia es omnipresente.
3º y 4º año pasaron irremediablemente raudos. Con el tiempo fui apreciando cada uno de tus cambios, evidentes desde la percepción de tu fisonomía hasta la conmovedora torpeza de tus movimientos.
Decías que odiabas mis clases sólo para fastidiarme, pero sé perfectamente que esperabas ansioso cada día martes y viernes.
Fui malvada contigo, miles de veces. Me gustaba hacerte enojar hasta las lágrimas, debes entender que era parte del entrenamiento.
Un día te acercaste, tímido. Ya no eras tan decidido como antes, pero eso siempre pasa cuando nos hacemos vulnerables con aquellas personas que nos interesan. Te lo dije una vez, “no establezcas vínculos personales que luego no sabrás cómo manejar”; pero ¿alguna vez has prestado atención a mis consejos? Ese día me preguntaste si te acompañaría a la capital a unos asuntos musicales. ¡Vaya que eres astuto!...conoces mis debilidades.
Desde entonces me he convertido en tu confidente, una madre-hermana que no dejas de mirar con ojos incestuosos, pero has sabido controlarte a cabalidad.
Ahora ya eres todo un hombre. Sigues siendo torpe, claro…pero sólo por un tiempo más.
En fin, mi querido Krieger, es hora de despedirnos… ¿sabes?...tal vez, en la próxima.

Marcela Paz

1 comentario:

Black Ballad dijo...

Qué intenso... y qué envidia! xD