lunes, 4 de febrero de 2008


"...aunque no lo sientas, aunque ni lo sospeches, siempre estaré contigo, mientras tú me recuerdes."




"¿Las lágrimas que no se lloran esperan en pequeños lagos? ¿O serán ríos invisibles que corren hacia la tristeza? ... "

Pablo Neruda, Poeta Chileno.





Nadie merece más mis letras que tú, Guardián de Plata, niño de Azul.

Anna.


Hoy, 23 del séptimo mes en Gea.

Día de luna y lluvia, luna escasa, yerma, fría.

Berenissa vino a buscarme. No, no vino a buscarme, más bien, vino por la fotografía.

¿Recuerdas esa foto? No recuerdo la fecha. ¡Bah!, pero si la escribiste en el dorso de ella. Vaya que tenías el cabello largo. Infinita ceniza tuya esa. Cuantas veces me reí del color verdoso que ‘él’ imprimió en tus cascadas amarillas. Lo odiabas, ¿verdad? Odiabas ese color de trigo. Querías convertirlas en color traicionero, color oscuro de noche, como los abismos de Lycanthia. Ese día te lo dije, te pregunté si preferías renunciar a tu origen de ángel y luna azul. Respondiste que sí, que si eso me hacía venturosa, aceptabas sin reproche.
¡Cómo hubiese querido responder que tus vetas cenicientas me reinventaron una y otra vez¡ que el cabello oscuro ya no significaba nada para mi. Pero no lo hice. Me reí infinitamente, y tú, tú me dejaste reír.

Estuve mirando esa foto mucho tiempo, imperecedero, como mis años, como los años de ‘ella’.
Te ves feliz, inocente de un destino tripartito, enamorado, niño de plata inocua, con los bosques de Styx en tus ojos.
San Sebastián estaba nublado esa tarde… pero un sol rojo siempre se las arregla para drenar su magia granata a través de las nubes acarameladas.
Entonces tu cabello ya no fue más rubio ceniza, se transformó en rocíos estelares anaranjados, cediéndome vuestro templo adoptado. Ya eras parte de mis antepasados, renunciaste a todo para convertirte en hijo de un fuego fatuo y arrebolado. Mi hijo, mi creación, mi amante sonrojado.

Hoy acepto por voluntad propia y ajena, acepto, rebanándome el pecho, por…por quién sabe qué vez es esta…pero acepto, porque resucitaré junto a vuestros ojos de verde virgen, y volveremos a San Sebastián, y te prometo, juro desesperadamente, que esa vez no me dejaré reír de vuestro cabello, sólo lo acariciaré, y susurraré en vuestros oídos de piedra caliza que tu muerte no fue en vano, que moriste sólo para esperarme, esperarme en tu mundo de cabellos oscuros y risas de ninfas corales rojizas…ahí estaré contigo, no caminando adelante, caminando de tu mano, como siempre quisiste, contigo, para ti, por ti.

Farewell, my beloved one.




Marcela Paz.

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