miércoles, 16 de enero de 2008

Atreides de Tres





Ella está acá, puedo sentirla. Ni idea de cuándo llegó; tal vez en la madrugada, para no dar la cara ni las explicaciones que vengo exigiendo desde hace más de tres meses. Sé por qué anda acá, no soy estúpida.


Un Atreides ha venido a visitarme, se quedará conmigo hasta el domingo. Él es el aprendiz menor de la Tercera Sangre, el último bastión sagrado e inmaculado de los vástagos de la Bruja de Luz Mayor, por eso ella anda rondando, olfateando los pasos de su Lobato preferido, escabulléndose entre las cortinas de tul para mirar cuánto ha crecido el pequeño, ya casi es todo un hombre, no, no casi, es todo un hombre.
Es hermoso el muchacho-demonio. Tiene los ojos enormes y oscuros como su madre, pero la eterna malevolencia de su padre incrustada en las chispas libertinas de su mirada.
Es extraña la dualidad complementaria de esta joven criatura; su aura refleja la bondad eterna y melancólica, producto del entrenamiento del Anciano de Cordillera, pero tiene el poder maligno intrínseco de un Atreides de Tres, aunque aún no lo sabe. ¿Cómo entrenar a una criatura tan dócil y sofisticada sin correr el riesgo de la Maldición de Kenobi? Es un desafío demasiado delicado para mí y la Agria se ríe de pie, ahí, en el rincón de siempre, donde hubo un espejo diabólico.
¿Y si el chico no lo logra, si no recuerda quién soy?, o peor aún, ¿si no recuerda quién es ella?, ¿qué le espera a este niño de piel de serpiente? Y la bruja sigue riendo, su aura de engendra luciérnaga brilla, resplandece.
El novato no puede verla, no la nota, pero sé bien que puede sentirla. Me sonríe el chiquillo, me pregunta sobre el Cthulu y su continua guerra con Yogh – Sothoth. Quiere saberlo todo.
La pelirroja lo observa, lo envuelve. Sé por qué está brillando tanto esta vieja nefasta, brilla porque le duele, le resquebraja la propia esencia saber que el pequeño no la recuerda, no la reconoce. ¿A caso no es el dolor lo que la hace vivir?, pues bien, sigue sufriendo ‘abuela del infierno’; este niño no te pertenece, no todavía.



Marcela Paz , diciembre, 2007

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